A esta novela llegué gracias a un profesor de literatura de la
universidad. Por lo menos alguno se salva de la quema, ¿verdad?. Ojalá que a
alguien le encandile gracias a este blog, como a mi me sucedió.
Con muy pocas novelas me sucede lo que con esta, que no logro recordar el
número de veces que la he leído, y no me preguntéis por qué. Desde luego que
está bien escrita, tiene acción y diálogos trepidantes, pero también una enorme
carga psicológica con respecto a los personajes protagonistas, y esa (no se muy
bien cómo definirla) angustia del hombre occidental que se complica la vida a
la hora de buscar la felicidad.
Sí, aunque por poco, sigo hablando de escritores muertos, (Nueva York 1910 - Tánger 1999) pero estamos ante un
escritor muy actual, no os vayáis a creer que por el hecho de hablar de
clásicos haya que remontarse al siglo XVI. De su actualidad habla también el
hecho de que algunas de sus historias han sido ya llevadas al cine,
especialmente la que tenemos entre manos, que fue adaptada ni más ni menos que
por Bernardo Bertulocci.
Insisto en recomendar la lectura de Paul Bowles, porque es casi un
desconocido pero sin duda alguna está entre los grandes de la literatura
norteamericana contemporánea. Bowles viajó mucho y vivió en varios países. Para
aquellos que gustan de las novelas de viajes se darán de lleno con una
narrativa arrebatadora y fácil de leer, que no simple. Pero además descubriréis
unos personajes que os harán meditar, que os dejarán huella para siempre.
Bowles introduce a sus protagonistas americanos en lo más hondo de la cultura africana, fundamentalmente musulmana. Al choque cultural se suma el paisajístico, con el desierto siempre de fondo «donde lo único que existe es el arriba y el abajo».
Bowles introduce a sus protagonistas americanos en lo más hondo de la cultura africana, fundamentalmente musulmana. Al choque cultural se suma el paisajístico, con el desierto siempre de fondo «donde lo único que existe es el arriba y el abajo».
Trama: En un período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, una singular pareja neoyorkina, Port y Kit, viajan al desierto norteafricano del Sahara acompañados por un amigo. El viaje, planeado inicialmente para resolver las dificultades conyugales de Port y Kit, se convierte rápidamente en una situación peligrosa, debido a la ignorancia de los viajeros sobre las circunstancias que los rodean. Port, el protagonista, se define insistentemente como un viajero y no como un turista corriente. No está muy seguro de su destino pero está decidido a dejar atrás el mundo moderno, por lo que finalmente se adentran en el Sáhara esperando encontrarse también a sí mismos. Como afirmó el propio Paul Bowles, la acción transcurre en dos planos, el desierto africano exterior y el desierto interior de los protagonistas.
La película: Como curiosidad, la novela
es en parte autobiográfica y el filme supuso el redescubrimiento del autor en
su propio país, sacándole de las estrecheces económicas que empezaban a
asediarlo. Trailer de la película.
Creo, sinceramente, que es una de esas novelas que debe guardar un lugar
de honor en cualquier biblioteca que se precie. (Y por último, no quiero cerrar
el hilo sin deciros que se me ha puesto la piel de gallina en varias ocasiones
mientras escribía esta reseña. Estoy contento de haber recordado un libro que
me ha provocado tantísimas emociones).
Un par de
fragmentos:
«No se consideraba un turista; él era un
viajero. Explicaba que la diferencia residía, en parte, en el tiempo. Mientras
el turista se apresura por lo general a regresar a su casa al cabo de algunos
meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente,
se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra.»
«Allí en el desierto, aún más que en el mar,
tenía la impresión de que estaba sobre una gran mesa, de que el horizonte era
el borde del espacio. Se imaginó un planeta en forma de cubo, suspendido en
algún lugar sobre la tierra, entre ésta y la luna, donde hubieran sido
transportados. La luz sería dura e irreal como aquí; el aire tendría la misma
sequedad, como en toda esta vasta región, los contornos del paisaje carecerían
de las reconfortantes curvas terrestres. Y el silencio alcanzaría su intensidad suprema; sólo quedaría roto por el sonido del
aire al pasar. »
¡Buen provecho!