jueves, 7 de julio de 2016

Henry James. Los papeles de Aspern.




Se trata de una novela corta que leí en tres o cuatro sentadas, a la sombra, en la piscina. Cierto que no toca ninguna de mis obsesiones y la verdad sea dicha que mientras la leía no tenía ninguna gana de ponerme a la enfadosa tarea de escribir la reseña de una novela que, aun gustándome mucho, no alcanzó en ningún momento a tocarme la fibra, vamos, que no me pedía reseña.
La técnica estructural de H. James es impecable, y su prosa exquisita, concisa y natural; no necesita de las farragosas digresiones propias de otros genios para describir espacios, objetos o personas. Va al grano. Es difícil escoger un párrafo adecuado (casi que los añado al azar), verbigracia cuando el protagonista refiere un pequeño retrato:

Aprecié en el pequeño objeto la virtud del parecido y juzgué que debió de pintarse cuando el modelo tenía alrededor de veinticinco años.

O cuando describe un palacio veneciano.

Y era ésta la mejor descripción que podía hacerse de él. No era demasiado antiguo; no tendría más de dos o tres siglos, y ostentaba un aire, no tanto de decadencia como de sereno desánimo, como si hubiese errado su vocación.

Desde luego que la lectura estaba resultando más que satisfactoria, entretenimiento y buen hacer a partes iguales, pero ya digo que para trabajarme una reseña necesito más, algo que me llame poderosamente la atención, que signifique más que motivo ¡imperativo! para redactar una reseña. La verdad sea dicha que los clásicos me llaman la atención más por las obsesiones que contienen que por motivos estilísticos.
No había terminado de leer Los papeles de Aspern cuando tropecé en twitter con una entrevista que le hacían a un escritor llamado César Aira, al cual no he tenido el gusto de leer debido a mi sana terquedad de no mezclarme con escritores vivos.

Pregunta. ¿la literatura tiene utilidad social?
Respuesta. Si es literatura como arte, no. Los únicos libros que tienen utilidad social son los best sellers, que están llenos de información. Si alguien quiere aprender con las novelas, que lea best sellers. La literatura no te enseña nada más que el placer, el mismo placer que mirar Las meninas. Uno no aprende nada sobre Velázquez.

En fin, se podría profundizar en lo dicho por Aira, pero me basta con apuntar que me hizo terminar la lectura con otro punto de vista, y que me dio la base para la presente reseña. Para qué buscarle tres pies al gato cuando la novela en cuestión me ha ofrecido el deleite del tránsito.

No me cabe duda que pronto abordaré otras novelas de Henry James, y buscaré sus reflexiones sobre crítica literaria porque ha llegado a mis oídos grata información al respecto.

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