lunes, 5 de septiembre de 2016

Henry James, Los matrimonios y Louisa Pallant.



 
     Supongo que Henry James es como una perita en dulce para las editoriales que buscan sorprendernos con joyitas poco conocidas (igual no lo son para el buen lector). En este caso Traspiés edita de forma fabulosa dos relatos de James que desconocía por completo, Los matrimonios y Louisa Pallant, que he devorado con absoluto entusiasmo en uno de estos días de tardía canícula veraniega. Los dos me han encandilado, ¡mucho!, y eso no me suele suceder. James sigue sorprendiéndome de manera tan increíble que aún me preguntó por qué no lo habré conocido antes. ¡Y aún me quedan por leer sus relatos más conocidos como Otra vuelta de tuerca o Las bostonianas!
James exige cierta atención por parte del lector, sobre todo en la primera articulación de sus tramas, que entran de forma pausada. Trabaja con precisión de cirujano presentándonos una situación y un personaje, si acaso dos, en su momento presente. Progresivamente nos hacemos una idea global y suficiente de dichos personajes en el interior de un conflicto. Para entonces James ya nos ha envuelto en su telaraña y estamos esperando ávidamente un final que ya sabemos, después de haber leído algo más de James, que incorpora sorpresas (regalos para el lector). Y esto quizás suceda porque los personajes ni son tan sencillos ni tan previsibles como habíamos imaginado.
Yo no entro en la faceta innovadora que significó Henry James, como bisagra (dicen) entre la novela decimonónica y contemporánea, porque se me escapan los academicismos y porque, para qué os voy a engañar, a estas alturas tampoco me importa. Escribo novela y busco hacerlo cada día mejor, y a mi manera de ver no hay mejor escuela que leer a aquellos que mejor lo han hecho antes que yo. Se trata de su novedoso ejercicio del punto de vista que, al parecer, siembra la semilla de lo que luego será conocido como stream of conciousness o flujo de pensamiento. Soy consciente, mientras leo, de esa faceta y de su trascendencia, pero no me veo en condiciones de profundizar en ella, ni siquiera de entretenerme a charlar de dichos aspectos técnicos. No puedo sino dejarme embelesar por su prosa, interesarme por conocer más entre sus personajes, caer en sus redes y esperar, sosegado, mi recompensa.
Si algo me fascina de Henry James es su penetración psicológica en multitud de tipos humanos, sin mostrar preferencia por unos u otros, sin decantarse. Pero, en definitiva, no he hecho sino empezar a leer a James, así que mejor dejo unos fragmentos y callo.

En casa había sido una religión para todos agradar a la gente que él apreciaba.

Pero presentaba una superficie tan impenetrable que habría sido como dar un mensaje a una puerta cerrada. No era una mujer, se decía Adela; era una dirección.

Asumí que si la niña nunca añadía palabra alguna era porque confiaba plenamente en la habilidad de su madre para salir ilesa. Algo me sugería, apenas sabía cómo, que esa confianza entre las dos damas se prolongaba a larga distancia; que la unión de sus pensamientos, su sistema de adivinación mutua, era destacable, y que probablemente apenas necesitaran acudir al torpe y en algunos casos peligroso recurso de expresar sus ideas en palabras.

Siendo plenamente consciente, sin duda, de que brilla más la inteligencia de una mujer frente a la estupidez de un hombre cuando finge tomar dicha estupidez por sabiduría.


2 comentarios:

  1. Un maestro, ¡Ya tardas en leer "Otra vuelta de tuerca". Saludos!!!

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    1. Razón tienes David. Sucede que esa novela la tengo en propiedad y la guardo para una buena ocasión. Seguro la disfrutaré :)

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