Seis
personajes, seis soliloquios consecutivos: Bernard, Susan, Rhoda, Neville,
Jinny, Louis… y también Percival, que no se pronuncia pero que participa como
uno más en boca de los protagonistas.
Qué
más nos da a nosotros si se pueda identificar a Bernard con el escritor E. M.
Foster, o con quién podemos identificar a los demás. Quizás valga la pena para
los académicos; así se ganan el pan. Los mortales nos conformamos con dejarnos llevar
por las olas que fluctúan, que vienen y van, como los diálogos interiores de
los personajes.
Novela
experimental. No es el flujo de conciencia a la manera de Joyce, no se trata
del tipo de diálogo que mantenemos con nosotros mismos. Las frases son cortas,
punzantes, irreales, oníricas; no hablamos poéticamente con nosotros mismos.
Me
he negado a tirar de lápiz y subrayados, me he limitado a leer. No he
pretendido dominar cada uno de los personajes. He confiado en Virginia Woolf,
he confiado en que no me soltara la mano, que no me obligara a abandonar la
difícil lectura. La trama resulta enrarecida por inexistente, es todo una
travesura, una especie de onanismo literario, un extravagante e introvertido espectáculo.
…¿Quieren
una trama verdad? ¿Quieren razones? No les basta esta escena normal y
corriente. No basta esperar que se diga algo, como si estuviera escrito; no
basta ver cómo la frase pone su rastro de arcilla exactamente en el lugar
adecuado, dando carácter.
Perlas
como esta mantienen en pie al lector a duras penas:
¿Quién
es capaz de expresar el significado de algo? ¿Quién puede prever el vuelo de
una palabra? Las palabras son como globos que navegan sobre las copas de los
árboles. Hablar de saberes es una inútil frivolidad.
Quizás
esto se trate de una alusión, pistas para leer la novela, o quizás sea solo mi
imaginación calenturienta:
Para
leer este poema es preciso tener miríadas de ojos, como una de esas lámparas
que giran impulsadas por las raudas aguas, a medianoche, en el Atlántico,
cuando quizá tan solo un puñado de algas asoma a la superficie, o de repente se
separan las olas, y abriéndose paso con los hombros surge un monstruo… El poeta
que ha escrito esta página (la que leo mientras la gente habla) se ha
retractado. No hay comas ni punto y comas. Los versos no tienen la longitud que
deben: En gran parte, es pura tontería. Uno debe ser escéptico, pero prescindir
de toda precaución, y, cuando la puerta se abre, aceptar sin reservas. Y
también alguna que otra vez, uno debe llorar, así como limpiar sin piedad,
blandiendo la afilada hoja, el hollín, la corteza y todo género de
excrecencias. Y de esta manera (mientras hablan) hundir más y más la red, tirar
suavemente de ella y sacar a la superficie lo que éste dijo, lo que ésta dijo,
y hacer poesía.
Los
Diarios de Virginia Woolf me han ayudado a la interpretación (imagino). Tampoco
los tomo al pie de la letra. ¡Mucho menos toméis en serio mis comentarios!
Virginia Woolf habla de Cervantes y le “reprocha” que busque el entretenimiento
de los lectores, así como le reprocha a Joyce eso mismo pero al contrario, que
no logre enganchar a la lectura. De todas maneras Virginia, pese a ser una
lectora enormemente confiada de su juicio lector no se muestra categórica en
sus afirmaciones, siempre duda, lo cual es de agradecer.
De
todo esto infiero que Virginia Woolf escribe para sí, escribe solamente aquello
que le apetece escribir y de la manera que le sale. No le inquieta en demasía
que el lector sea o no capaz de seguirla, (a través de sus diarios
constantemente se reafirma en la seguridad de que escribe solamente para unos
pocos), pero es tan novedoso su estilo
que necesita de la crítica de los demás para convencerse de la calidad de lo
que escribe, y durante determinados momentos del proceso de la escritura
incluso duda de si será una novela fallida. De todas maneras la duda acompaña,
por lo general, a todo escritor.
No
encuentro temas fundamentales, son los personajes expuestos a nuestro
escrutinio, con sus seguridades, aspiraciones, temores, arrepentimientos, insatisfacciones,
culpas, los egos de cada uno de los personajes proyectados a un futuro más o
menos inmediato.
Me
ha requerido un esfuerzo terminarla y he dado multitud de saltos. El tiempo
narrativo me ha tenido despistado. Una serie de introducciones poéticas a cada
grupo de soliloquios (a modo de entreactos) describen un mismo paisaje marino a
lo largo de un día, lo cual se corresponde con las etapas de la vida del hombre:
amanecer / infancia, luz del mediodía / adolescencia, tarde / edad adulta,
caída de la tarde / vejez, sombras de la noche / la muerte. Conocemos a los
niños jugando en el prado, luego adolescentes, el último día de un fin de ciclo
de estudios. Se reúnen en torno a una mesa para despedir a Percival, que se
marcha a la India. Luego Percival muere en un accidente; no me queda muy claro.
Nos sumergimos en una extraña monotonía que fluye preñada de melancolía. Maduran,
adquieren compromisos, trabajos, matrimonios, hijos. Luego Bernard, Susan,
Rhoda, Neville, Jinny, Louis, vuelven a reunirse en torno a una mesa y la
escritura no nos muestra sus conversaciones sino que nos obliga a reconocerlos
de nuevo bajo extraños soliloquios. Sí, es una novela extraña, única, y
Virginia lo sabe, y se regodea.
Finalmente
Bernard adquiere protagonismo. Es el personaje que muestra mayores aspiraciones
literarias. Tiene el pelo blanco ya, lo que nos asegura que el tiempo llega a
su final. Nos regala un vago soliloquio a través del cual alude a la situación
de los demás. De dicho soliloquio se desprende un sinsentido, un aire de
vaguedad y tiempo desaprovechado, de culpa, de muerte, de vaciedad, de absurdo,
de melancolía, espíritu que acompaña en realidad toda la obra.
Es
una obra que como mínimo te deja perplejo. La he leído con intensidad pero he
dado algunos saltos. Algunos ya han dicho, sin paliativos: ¡es una obra
maestra! Yo no llego a tanto. Considero que se trata de una novela que los
escritores con pretensiones deben leer, y subrayo el deber porque nos es útil,
nos abre la mente al uso del tiempo narrativo y la expresión. Con respecto a
los lectores que pretendan el sano entretenimiento, que la dejen pasar a no ser
que sean capaces de quedarse sentados observando el monótono vaivén de las olas.
Tuve
conciencia de mi vaga y neblinosa manera de ser, llena de sedimentos, llena de
dudas, llena de frases y de notas que apuntar en libretitas.
Mi
cuerpo ha sido usado a diario, correctamente, como una herramienta manejada por
un buen artesano, y en todas sus partes. La hoja es limpia, cortante, y está
gastada en la parte central. (Luchamos como bestias en el campo, como ciervos
entrechocando sus cuernos).