lunes, 8 de enero de 2018

Invitación a la serenidad (53 d. C), de Séneca



     A ver si me aclaro, porque no alcanzo a discernir las diferencias entre estoicismo, epicureísmo y cinismo. El estoicismo fue creado por Zenón de Citio (333-262 a. C. aprox.). El término proviene del lugar donde Zenón comenzó a dar sus clases, la Stóa Poikilé (el Pórtico pintado del Ágora de Atenas). Al parecer Zenón creo su propia escuela insatisfecho porque las demás no terminaban de convencerle. Sus influencias fundamentales vienen de la escuela cínica, así como de las escuelas platónica y aristotélica. Las semejanzas con la cosmología y la ética cristianas sugieren influencias judías (Zenón provenía de Chipre).
La trascendencia de la filosofía estoica está en que es adoptada por las elites aristocráticas de los siglos II y I a.C. Se idealizaba la vida sobria del ciudadano romano frente a los excesos de la expansión territorial y dicha filosofía maridaba muy bien con el sentir general de la época. Catón el Viejo, Escipión el Africano o Catón el Joven fueron seguidores que impulsaron esta filosofía. Después, los más famosos estoicos serán Epicteto, Marco Aurelio, o el propio Séneca.

El estoicismo romano es el que en realidad nos ha llegado, y destaca por su vertiente práctica, o sea ética, de tal manera que las consideraciones metafísicas pasan a segundo plano.



Séneca es un hombre de mundo (4 a.C – 62 d.C). Se cree que nació en Córdoba (cuando menos su familia es parte de la más alta sociedad de la Hispania Romana); pasó sus primeros años en Roma y se formó en Egipto y muy probablemente también en Grecia.

Y si dedico un tiempo a su vida y circunstancias es para aclararme, pero también para poner en tela de juicio al filósofo. Séneca predica la sencillez, la pobreza y la moderación, y al mismo tiempo trata de escalar en el cursus honorum; de hecho llega a sus escalones más codiciados. Vive rodeado de lujos y placeres gracias a las liberalidades de Nerón, y me llega información de que Séneca se enriqueció practicando la usura. La polémica, la duda está servida. Hay defensores y detractores de Séneca.

Escribía Feijoo:



Séneca, aquel grande honor de la escuela estoica, al mismo tiempo que estaba opulentísimo, predicaba en alto grito a favor de la pobreza. Lo que fuertemente me persuade de que los estoicos, sin excluir al mismo Séneca, eran todos unos hipocritones. Es la evidencia de que no creían posible la virtud que predicaban.



Quintiliano, otro orador insigne de nuestra tierra, no solo le acusó de falta de disciplina en su estilo sino también de vanidad, e incluso llegó a imputarle que representaba el hundimiento de la elocuencia romana.

Tuvieron que pasar muchos siglos para que se recuperase con vigor el estoicismo y la figura de Séneca, pasando por Quevedo y Gracián. Quizás tuvo mucho que ver en su recuperación que su doctrina se asemejaba a la moral cristiana; tal vez de ahí surgió la leyenda de su relación con San Pablo y su bautismo.

Por simpatía me he acercado más a sus detractores. De su filosofía se desprende un tufillo a autoayuda que no me convence, aunque gana enteros cada vez que refuerza sus principios con ejemplos vitales de la sociedad romana de su tiempo. Quizás suceda que todos tengan razón, tanto defensores como detractores, quizás Séneca fuera en vida lo uno y lo otro, primero hipócrita, luego sabio, quizás le sucedió que según quemaba sus días fue dándose cuenta de sus errores. La invitación a la serenidad, pues, quizás no sea otra cosa que la llegada de la sabia vejez.

Dicho sea todo esto, al final lo que nos queda de Séneca es su obra, que es amplia y de calidad. Destaco unos fragmentos representativos, algunos, a mi modo de ver, muy buenos.



Es más tolerable y más fácil no adquirir que perder.



Es mejor aceptar con tranquilidad las costumbres públicas y los defectos humanos, y que no se escapen involuntariamente ni la risa ni las lágrimas.



Escucharás a muchos que dicen: «Me retiraré a descansar a los cincuenta años, a los sesenta abandonaré mis ocupaciones.» Y por fin  ¿qué garantía recibes de tener una vida más larga?, ¿quién va a consentir que las cosas vayan como tú lo dispones?, ¿no te avergüenza que reserves para ti los restos de una vida y que destines a una buena intención sólo aquel tiempo que no puede dedicarse a ninguna otra cosa? ¡Qué tarde es entonces para comenzar a vivir, cuando hay que abandonar la vida! ¡Qué olvido tan necio del género humano diferir a los cincuenta o sesenta años los buenos propósitos y querer dar principio a la vida desde esa edad a la que pocos han llegado!



No son ociosos aquéllos cuyos placeres encierran buena parte de trabajo. Pues, en efecto, nadie podría dudar de que aquéllos no realicen nada con esfuerzo, los que están entregados a los estudios de inútiles conocimientos literarios, que ya también entre los romanos forman una gran tropa. Fue enfermedad típica de los griegos investigar qué número de remeros tenía Ulises, si fue escrita antes la Ilíada o la Odisea, y además si son de un mismo autor, y así, sucesivamente, otras cosas de este género que, si las retienes, en nada ayudan a tu conocimiento interior, y si las revelas a otros, no les parecerás más sabio, sino más pesado. He aquí que a los romanos también les ha invadido la frívola pasión de aprender cosas vanas.



Hay innumerables defectos pero todos con una sola consecuencia: sentirse mal con uno mismo.



A menudo el anciano bien entrado en años no tiene ningún otro argumento por el que pueda probar que ha vivido mucho excepto la edad.


3 comentarios:

  1. Las diferencias entre escuelas filosóficas no son claras, no solo es cosa tuya. Precisamente porque siempre hay ramas (variantes) en cada una, que se tocan con las de la escuela opuesta (como en la política) y hacen que se mezcle todo.

    Predicar la austeridad y vivir con lujo no es tan paradójico, creo yo. Al fin y al cabo, cada uno sabe cuál es su tope personal para saciarse sin que le afecte demasiado (como al beber alcohol en una fiesta).

    Hay quien se satura con poco y también quien necesita mucho (de lo que sea) hasta encontrar su límite.

    Otra cosa es que los que precisan mucho lo tengan fácil para conseguirlo, claro. Siendo pobre es fácil ser asceta, pero ser lo contrario es muy difícil (para eso se inventaron las imitaciones chinas, supongo).

    En todo caso, ya sabrás lo que dijo Groucho Marx, lo mejor de la vida son las pequeñas cosas: un pequeño Ferrari, una pequeña mansión, un pequeño jet privado…


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    1. Por cierto, precisamente acabo de publicar en mi blog un relato sobre ese tema del estoicismo, la austeridad y el valor que uno le otorga a las cosas... Quizá te guste si quieres asomarte y te sobra algo de tiempo (es un poco largo aunque fluido).

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    2. De acuerdo Boni, otra vuelta de tuerca para no anquilosarse. En este caso me quedo con la sentencia de Groucho, que me va más con las sensaciones que me ha dejado esta obrita...
      Por supuesto que me paso por tu blolg. Dame tiempo. Te tengo anclado entre los blogs que vigilo ;)

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